Estos días está en boga el tema de la votación
para los Premios Ignotus 2014, las redes sociales al menos están llenas de autores haciéndose
autobombo o en el mejor de los casos haciendo autobombo a sus amiguetes de
turno. Por supuesto las editoriales postulan a sus candidatos y los diferentes
grupos hacen alabanza de los logros de sus mismos miembros. Habiéndose publicado
más de 368 Novelas inéditas y 144 Antologías de Fantasía, Ciencia-Ficción y
Terror en el 2013 en España, la tarea de al menos proponer candidatos luce
titánica. Fuera del reglamento de la AEFCFT los criterios deberían ser la calidad,
la novedad y la popularidad, pero en realidad eso no ocurre. Yo al menos me
tengo que basar también en los libros que he podido leer y no los que me
hubiera gustado leer, y mis criterios siempre son personales. Como novelista e involucrado me siento
obligado a tener el mejor criterio posible, aunque haya gente que me ataque
como si estuviera fuera del sistema, y pongan en duda no los años que llevo
encima, sino la experiencia de haber escrito cuentos cuando muchos de los
presentes no había siquiera nacido. La literatura la hace la experiencia,
inclusive cuando se tiene talento, el editor correcto y el tiempo para
escribir; es algo inalienable que no podemos pretender solo queriéndolo y hay por ahí demasiada gente pretendiendo ser escritores cuando solo llegan a escribientes. Solo puedes llegar a esa conclusión cuando observas la cantidad de títulos publicados en España, es como si hubiera más escritores que lectores, o como si el negocio editorial fuera bullente. ¿Cual criterio debemos seguir entonces a la hora de decidir por uno u otro autor? ¿tenemos que pasar acaso por un análisis de mala escritura descriptiva? ¿o la estructura narrativa? Es mucho pedirle al lector final, ese que decide gastarse 15 euros o más y no irse una tarde de tapas y pasar comprando al libro que le llama.
Así que al final, debería ser el buen sentido
de los lectores quienes seleccionen los candidatos y no los amiguetes ni las
editoriales, ni siquiera la crítica literaria. Los lectores. Lo que yo llamo El
Tercer Hombre.
Este Tercer Hombre debe ser informado de lo que
existe en el mercado, para que lo lea y sea su criterio el último eslabón pero
debe dejársele suficiente libre albedrío para que lo haga por su propia cuenta.
Es lo que hace la diferencia entre masivas campañas publicitarias de grandes
editoriales y el esfuerzo individual de los autores por conocer a su público.
Yo al menos es lo que pretendo, cada vez que me
subo a un avión y vuelo 1000 Km para atender a una librería, o ir a una
conferencia, o un Evento o un programa de radio. A estas alturas, todos sabemos
que en España, escribir es un oficio de esclavos, donde tenemos que pagar a
nuestros dueños para que nos den alguna visibilidad. Es un oficio de amor
incondicional, sacrificios y decisiones emocionales que a veces no nos llevan a
ninguna parte. La calidad de nuestros escritos se refleja en todo eso, así como
la esperanza de que alguien ahí afuera, al menos una persona, quede embelesada
por nuestro libro y que eso sea suficiente como para estar en la lista.
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