martes, agosto 26, 2014

Loncon3, Arte, Literatura y amistad.


Literatura Steampunk en Londres
La última Conferencia Mundial de Ciencia ficción Loncon3, la 72, que se celebró en Londres entre el 14 y el 18 de Agosto, y donde se escogió el prestigioso premio Hugo (ganado por Ancillary Justice escrita por Ann Leckie) ha sido para mí el evento del verano, sino del año. Junto al nominado al Premio Ignotus este año, el artista Carlos Argiles, por la portada de mi novela El Dirigible, expusimos durante cuatro intensos días, dibujos originales hechos a lápiz basados en mis personajes. Fue una prueba de fuego porque estábamos al lado de renombrados artistas internacionales y porque no sabíamos que esperar, a pesar de la indudable calidad de los dibujos; quizás lo mejor de la misma fue el hecho de levantar el interés de la directora de Arte de Tor.com, Irene Gallo, y su inseparable artista amigo Greg Manchess. Breves pero concisos fueron sus concejos y han dejado la puerta abierta al mercado internacional.

Después vinieron mis intervenciones como panelista, primero en el fórum sobre Ciencia Ficción en Latinoamérica y el Caribe y después en Beyond Steampunk, hablando del crecimiento del subgénero fuera de la estética victoriana y del idioma inglés. Más informal que académico, fui gratamente sorprendido en ambas ocasiones por el cálido ambiente de un público que no me conocía para nada y de unos compañeros de los que yo tampoco sabía nada. Me encontré dando autógrafos a chicos rusos, con viejos conocidos del grupo de la USB, UBIK, hablando con alemanes, compartiendo ideas con franceses y japoneses. Especial recuerdo tengo del nuevo amigo brasileño Fabio Fernandes, con el que terminé compartiendo una cena italiana en el Carluccio's que está justo antes de entrar a la seguridad en el aeropuerto de Heathrow, a falta de tiempo en la conferencia pero con muchas cosas de las que hablar.

Toda la experiencia al final se consolidó con una sola palabra: amistad.

El trabajo realizado, el talento, los contactos, nada hubiera sido lo mismo sin los fraternales lazos de la amistad. Yo no conocía personalmente a Carlos, y él apenas había estado brevemente en Londres una vez, pero después de este evento, seremos amigos y no solo colegas el resto de nuestras vidas, whatever happended.

Compartimos no solo llevar los cuadros de un extremo a otro de Londres, o lidiar con electricistas de Kansas, batallar con los trekkies que administraban los pases o conversar con los incontables curiosos de los dibujos (by the way, what the heck is steampunk?); hicimos mucho más, como bebernos unas pintas en un viejo burdel victoriano (ahora un conocido hotel), sumergirnos en aguas termales a las orillas del Támesis, o tomar el último barco para cruzar la ciudad por el rio. Fumamos puros a medianoche bebiendo tequila, compartimos hamburguesas MiamiVice style en Byron, pollo en Nandos, nos hartamos de carne en vara brasileña y mandioca frita en Rodizio Preto, desayunamos huevos rancheros y arepas y cenamos verdadera comida china de Chinatown.

Queda anotar que apenas dormimos; para cuando me tocó dar mi última charla el lunes, estaba en un estado de vigilia parecido al de los adictos a la coca o al éxtasis después de una semana de rumba y Carlos era literalmente un zombie. Una semana después todavía sigo recuperándome a base de té y galletas digestivas.

El punto es que como en todas las cosas importantes en la vida, la literatura y el arte están ahí muchas veces no solo para mantenernos el espíritu sino para mantener la fraternidad.

“We few, we happy few, we band of brothers dice Shakespeare en Henry V, y como siempre, tenía razón.

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