viernes, diciembre 06, 2013

Solo Madrid es Corte



Estos días termine de escribir un cuento basado en esa extraordinaria novela ucrónica que es Danza de Tinieblas, del amigo escritor Eduardo Vaquerizo – y escribiéndola me di cuenta cuanto me identifico con esa Madrid imperial, de los Austrias y sus colosales edificios, palacios e iglesias, que amo de alguna manera sus viejos callejones, sus ancestrales puentes, sus eternas fuentes.
Aun hoy en día cuando paseamos a cualquier hora por la Gran Vía desde la calle de Alcalá hasta encontrarnos la Plaza España y el monumento a Cervantes con las estatuas del Quijote y Sancho,  frente la ahora remodelada Torre de Madrid,  con el moderno tráfico fluyendo y la gente moviéndose con prisa hacia el Metro o la autopista, encontramos algo en todo ese espacio imponente, digno de un imperio o de una nación.
Madrid comenzó siendo la villa veraniega de un rey y termino formando la capital de un imperio naciente, que se extendió más y allá y mucho antes que el Imperio Británico, y las novelas de Vaquerizo nos recuerdan, que la única diferencia fue la Revolución Industrial, que los ingleses explotaron primero y en plena expansión. La riqueza que llegó de las colonias fue tanta, que desde entonces, los españoles parecen conformarse con lo que hay, con lo que los reyes o gobernantes de turno les dan, y seguir viviendo bien, entre cañitas y cañitas, purito en mano, y un bocata de calamares. Parado en el Museo del Jamón a las 11 de la mañana, no observo ninguna crisis, ninguna señal de que este país tenga una tasa de desempleo del 26%, que este al borde de una revolución social, o que la gente llegue a duras penas a final de mes. Todo transcurre como siempre ha transcurrido en este Madrid de Dios, al menos desde 1561.
Es por eso que este nuevo intento de literatura ucrónica es para mí un reto. Porque quizás el Imperio hubiera podido extender su grandeza por medio de máquinas de vapor o de hulla, ordenadores mecánicos y administradores más consientes. Quizás el presente puedo haber sido diferente y el futuro más brillante; después de todo, hombres valientes y con cojones como Joannes Salamanca, siempre han existido en Madrid. Sigan sus aventuras, esta vez contadas con acento venezolano.

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